¿Qué es la terracota?
La "tierra cocida" o terracota lleva siendo producida por el ser humano desde hace siglos, sigue de plena actualidad en nuestros días
La terracota es parte del paisaje humano desde hace milenios y, sin embargo, todavía muchos no sabrían describir a ciencia cierta qué es. Y tiene sentido. A simple vista hablamos de barro cocido, de ahí el término. Proviene del italiano: «tierra cocida». Su procedencia, simple: arcilla modelada que, más tarde, tras ser endurecida al calor del fuego, se convierte en otra cosa. Desde objetos puramente utilitarios hasta verdaderas obras de arte. El porqué es simple: la ductilidad, que permite alcanzar con facilidad en el proceso de fábrica las formas deseadas. De una vasija a un jarrón, del ladrillo simple y vasto a la escultura más exquisita. Así ha sido siempre en cada época desde que el ser humano descubrió este material.
El nacimiento de la terracota se data, de hecho, en la Prehistoria. Desde hace más de 30.000 años ya se usaba para hacer cacharrería doméstica, esculturas y decoración arquitectónica. También para estatuillas o relieves, siempre con rasgos ceremoniales o deícticos. Mesopotamia, el Antiguo Egipto, Mesoamérica, Grecia, Roma…todas tienen en común el uso de la terracota. En lo que respecta al patrimonio, eso sí, el caso más claro es el que muchos tendrán en la lengua nada más escuchar el nombre: los guerreros de terracota.
Una colección de estatuas de este material que representan las figuras de los guerreros y caballos del ejército del autoproclamado primer emperador de China de la Dinastía Qin y que significan uno de los grandes descubrimientos arqueológicos del siglo XX. Nada menos que Patrimonio de la Humanidad por la Unesco y una representación excelsa de hasta qué punto la terracota es parte indispensable de la historia humana.
Cómo se fabrica la terracota
Más allá del arte o el patrimonio, la terracota es, en el fondo, la expresión más elemental de la cerámica. Tiene que ver con el calor y el tiempo que se le aplica, fundamentalmente. Con la cocción. Y, sobre todo, la función que se le quiere dar a la arcilla modelada. En ese sentido, la terracota ha tenido históricamente, más que nada, un sentido puramente arquitectónico. Tanto en la Edad Media como en el Gótico. Su función no era otra que la de enfatizar las líneas arquitectónicas gracias al contraste entre la terracota rojiza y la piedra gris. Y este es otro de los elementos distintivos de la terracota: su color. El espesor rojizo, reconocible a simple vista, rústico y cercano, da la sensación de que siempre estuvo ahí.
Y tiene sentido. Desde un punto de vista artístico, es cierto que la terracota experimentó un período de declive en el Renacimiento. Se impuso el mármol y sus derivados, pero aún con un cambio de gusto tan extremo, el uso de la terracota, incluso en su variante estética, siguió existiendo como material principal para las estatuas de jardín también en los siglos XVII y XVIII.
En la actualidad, su uso vuelve a ganar una presencia cada vez más amplia tanto a nivel arquitectónico como de interior. Sobre todo por la característica sostenible que lleva consigo. Mucho antes de que se empezara a hablar de desaceleracionismo o viviendas sostenibles, la terracota ya hacía su función en las paredes de las casas. Ya fuera para mantener el calor o el frío, dependiendo de la estación, mediante sus ladrillos o baldosas o para ejercer una función estética porosa, rústica y bella. Con todo, la terracota sigue siendo lo que fue y seguirá siendo: uno de los materiales más usados por el ser humano, con toda la razón del mundo.