Azulejos andaluces: un emblema milenario
El barro cocido siempre ha formado parte de la historia y la cultura de Andalucía. Hoy queremos rendir homenaje a los azulejos andaluces, pieza fundamental en la construcción.
Inspirados en la tradición musulmana, los azulejos andaluces son uno de los emblemas más arraigados a la herencia cultural de Andalucía. Constituyen un signo de identidad del arte y de la arquitectura de la región presente en edificios monumentales e históricos como la Alhambra de Granada. Pero también se encuentran fácilmente en viviendas o locales particulares. Incluso si estos no son antiguos, se utilizan reproducciones modernas y actuales del azulejo andaluz como elemento decorativo.
Estas losetas de barro vidriado revisten muros y pavimentos que cuentan el devenir de las numerosas civilizaciones que los utilizaron, empleando técnicas ancestrales todavía presentes en la producción artística y artesana. Con barro, fuego y el trabajo de unas manos modelando y pintando cada pieza, tal y como se hizo miles de años atrás, aunando estética y funcionalidad; manteniendo viva la cultura.
El origen de los azulejos andaluces
La aparición de azulejos más remota registrada hasta la fecha se encuentra en Mesopotamia, en la zona de Oriente Próximo, donde las excavaciones arqueológicas continúan aportando información sobre estos pueblos ancestrales capaces de explicar, todavía en el siglo XXI, quiénes somos. Hoy sabemos que en esta región se utilizaban losas de tierra cocida para pavimentar y decorar sus construcciones arquitectónicas.
El azulejo de barro llegó a Europa a través de al-Andalus, en el año 711, donde estas piezas alcanzaron su máximo esplendor en construcciones monumentales como la ya mencionada Alhambra, el Califato de Córdoba o el Alcázar de Sevilla, donde es fácil toparse con mosaicos nazaríes. Sin embargo, también queda constancia de su uso, ya por entonces, en sistemas de pavimentación doméstica, sustituyendo el pavimento de mosaico utilizado por los romanos.
Esta tradición alfarera se mantuvo en la España cristiana, mezclándose con otras corrientes culturales y dando lugar a numerosas variaciones, siendo representativa del arte mudéjar. La utilización del barro cocido en esta etapa artística fue una constante, tanto en sublimes interiores como en vistosos exteriores.
Evolución: de menos a más para volver a empezar
La técnica de elaboración de azulejos se ha utilizado durante tanto tiempo que ha ido recibiendo numerosas influencias, permitiéndole estas coexistir con las innovaciones de cada época.
Por ejemplo, en el siglo XV, justo cuando los Reyes Católicos pusieron fin a la Reconquista, se produjeron importantes cambios en la arquitectura y el arte, influenciados por el Romanticismo italiano. Los azulejos se reinterpretaron a través de la técnica mayólica, caracterizada por una elaborada decoración policromada basada en la representación del follaje, las personas, los animales, etc. El mosaico geométrico dejó paso al arte figurativo y los azulejos de barro se convirtieron en verdaderos lienzos.
Dos siglos más tarde, el Barroco introdujo otras temáticas en el azulejo: la caza, la guerra, las escenas mitológicas o religiosas, etc. Poco quedaba del rastro árabe en la estética, a pesar de que la producción artesanal del azulejo era la misma. A estas alturas los azulejos se utilizaban en toda Europa de manera habitual y en cada país adquirían una representación propia. Alcanzaron su plenitud en el XVIII, especialmente en Portugal, donde prácticamente todo el país se recubrió con losetas cerámicas ornamentadas. Apareció entonces el estilo rococó, una nueva vuelta de tuerca decorativa; el último sprint de la decoración recargada y excesiva.
En el XIX surge el estilo neoclásico: los paneles y mosaicos se simplifican y se centra la atención en el color. A finales de siglo, el modernismo francés reactiva la cerámica arquitectónica en buena parte de Europa. Fachadas de casas, comercios y restaurantes se adornan con azulejos decorativos: cenefas, frisos, muros enteros.
Nuestra versión de los azulejos andaluces
En la actualidad no existe una línea general que defina un estilo. O mejor dicho, todas las líneas lo definen. La tecnología permite la imitación de azulejos de cualquier época y su creación en serie, perdiendo así los azulejos todo resquicio de lo que alguna vez fueron: tradición, historia, arte y artesanía.
En todobarro hemos reinventado el concepto de azulejos andaluces, pero somos fieles a su producción original. Elaboramos nuestros productos a mano en nuestra fábrica, donde los cocemos en un horno tradicional y los esmaltamos con una mezcla natural y resistente.
En cuanto a nuestros diseños, optamos por patrones geométricos para crear teselados únicos, a menudo inspirados en los azulejos árabes. Actualmente, estamos investigando el color para poder ampliar nuestro catálogo de azulejos esmaltados con tonalidades sorprendentes. Es en nuestro laboratorio artesanal donde nos sentimos en contacto con la tradición y con la historia de un material tan noble como el barro. Es creando y jugando con él cuando sentimos que la cerámica arquitectónica sigue en plena forma y, además, se lleva bien con la vanguardia del diseño.