Estilo ibicenco: un clásico contemporáneo
Desgranamos las características de la decoración de estilo ibicenco y de la casa payesa dentro de la arquitectura mediterránea
Ibiza se ha consagrado con el paso del tiempo como uno de los destinos turísticos predilectos por todo el mundo. Desde el ocio nocturno más salvaje hasta la espiritualidad más pura, en la isla se puede encontrar de todo: escena musical, gastronomía, retiros, cultura, deportes náuticos… Desde que en los 60 los hippies encontraran en ella el paraíso, esta miscelánea que impregna a todo aquel que visita sus costas o su centro rural, ha dado lugar a la exportación del estilo ibicenco en ámbitos como el life style, la moda o el interiorismo y la arquitectura.
Ibiza y su arquitectura centenaria
El paisaje mediterráneo de las costas ibicencas es uno de los principales atractivos del lugar. Las calas salvajes rebosantes de vegetación, la arena fina y el agua cálida y turquesa se convierten en un reclamo difícil de pasar por alto. Pero más allá de estas playas de anuncio se encuentra una arquitectura tradicional que ha sido objeto de fascinación y estudio por parte de profesionales de diferentes campos.
Lo que llama la atención principalmente es que la arquitectura ibicenca tradicional apenas ha cambiado a lo largo de los siglos. El motivo es que Ibiza siempre fue una cultura autosuficiente económicamente y utilizó sus propios recursos y su conocimiento local, que fue transmitido de generación a generación en busca de la funcionalidad de los elementos y la integración en el paisaje.
Esta arquitectura arcaica y genuina atrajo desde los años 30 a numerosas personalidades, como Erwin Broner de la escuela Bauhaus, o los arquitectos Germán Rodríguez Arias o Josep Lluís Ser, del grupo GATCPAC. En otros campos, la isla también atrajo al dadaísta Raoul Hausmann, artista y fotógrafo, que documentó con su cámara las construcciones de estilo ibicenco; o al filósofo Walter Benjamin, que profundizó en su teoría estética a partir de la austeridad y la belleza de la finca ibicenca.
Definición tradicional de la masía ibicenca
Desde el punto de vista de la arquitectura, la casa ibicenca tradicional se caracteriza por gruesos muros de piedra encalados en el exterior con capacidad aislante, habitaciones rectangulares y techos horizontales sujetos por vigas de madera vistas. Se trata de una arquitectura mediterránea sencilla y sobria que comienza añadiendo módulos cúbicos independientes articulados alrededor de un espacio, dando lugar a una vivienda funcional que siempre cuenta con posibilidades de ser ampliada.
Estas construcciones a menudo se ubican en el punto alto de una colina, aprovechando los elementos del paisaje, como las rocas, y orientadas al sur para recibir la mayor cantidad de luz solar y, al mismo tiempo, para protegerse de los vientos del norte. El resultado es una cascada de edificaciones desde la cima de una colina hasta llegar al nivel del mar: una distribución urbanística muy característica de las poblaciones mediterráneas.
El estilo ibicenco: un clásico del interiorismo
Es inevitable asociar el estilo ibicenco al verano, al mar, a las vacaciones y al relax. Todos estos conceptos generan sensaciones positivas que van más allá del gusto estético. Es decir, todos queremos habitar una vivienda que resulta bonita y acogedora, pero sumarle además el espíritu mediterráneo es un plus que muchas personas, fuera o dentro de la propia isla, tratan de replicar en sus hogares.
Blanco y azul, como el mar
La tonalidad blanca, muy característica del estilo minimalista, está relacionada con la pureza y con la calma. Transmite sensación de limpieza y pulcritud. En el estilo ibicenco el blanco es el protagonista de las paredes, tanto en exterior como en interior, así como del mobiliario. A menudo la claridad de esta tonalidad se interrumpe con matices en azul añil o turquesa, muy comunes en puertas y contraventanas de madera.
Elementos orgánicos
Los materiales naturales inspiran la decoración de estilo ibicenco. Muebles y ventanas de madera poco tratada, decoración en mimbre y fibras vegetales como sillas o alfombras de yute, grandes maceteros de barro, textiles como algodón, lino, etc.
Suelos de barro
El pavimento de barro cocido es un rasgo característico del estilo mediterráneo en general y del estilo ibicenco en particular, pues aporta frescor y armonía. Actualmente, además, existe una tendencia a recuperar elementos tradicionales y artesanales, poniendo en valor un material noble, sostenible y ecológico como el barro que ofrece infinitas posibilidades en cuanto a diseño. El ladrillo rústico o la baldosa cuadrada en tonalidad terrosa son los más habituales, pero existen diseños sorprendentes con formatos y tonalidades únicas.
Muebles de obra
Los muebles de obra son un clásico en el estilo ibicenco. Asientos, armarios o mesas sobresalen de la propia construcción aportando funcionalidad al espacio.
Estampados étnicos
Es habitual que precisamente esos bancos y sofás de obra se acompañen de finos colchones o cojines, forrados con estampados coloristas, geométricos, étnicos o florales. Estampados que también se encuentran en alfombras o tapices de pared. Esta explosión de color que aportan rompe con la armonía del blanco de la pared creando un contraste interesante y lleno de matices. Los mosaicos coloridos que se aprecian en las alfombras se pueden replicar con baldosas de barro, creando teselaciones en zonas muy específicas que proporcionan ritmo y un guiño totalmente personal a la decoración del hogar.
Plantas y más plantas
La filosofía del estilo ibicenco se basa en la naturalidad y la adaptación al medio, por eso es habitual encontrar numerosas plantas en los proyectos de interiorismo dentro de esta corriente, especialmente en el exterior. Las adelfas, los cactus, los potos… todo le sienta bien a una casa diseñada para la armonía y el relax.
Cada elemento de este estilo decorativo y arquitectónico está pensado para disfrutar de la vivienda, de la relajación en la naturaleza y de los beneficios del clima mediterráneo. Por ello no sorprende que sea un estilo que se mantenga vigente con el paso del tiempo: porque es funcional, asequible y, sobre todo, genera emociones al conectarnos con la tradición por un lado y con la idea de las vacaciones estivales que tanto deseamos durante todo el año, por el otro.