Las acequias: un saber milenario
Las crisis de sequías están trayendo de vuelta la importancia de las acequias, un elemento de la arquitectura vernácula andalusí que había casi desaparecido
Las acequias son uno de los sistemas de canalización y aprovechamiento de agua más antiguos que existen. En la Península Ibérica los conocemos bien: las primeras acequias se presuponen de época romana, pero algunos autores especulan que pueden ser anteriores.
El concepto es anterior, pero heredamos la palabra del árabe: الساقية «al-sāqiyah», que tiene el significado de “llevar agua”, o “dar de beber”. Es en la época de la colonización árabe donde estas estructuras encuentran su máxima expansión en nuestro suelo. La estructura en sí data del siglo VII a.C., por lo que estaba muy desarrollada en otras partes del mundo (especialmente Mesopotamia) antes de que los árabes la introdujeran en Al-Andalus.
Una acequia es un canal o zanja a cielo abierto por la que discurre el agua. Puede estar directamente excavada en la tierra, y correr el agua directamente sobre ella, o disponer de una cubierta de barro cocido o arcilla que retrase la absorción del agua. También hay acequias permanentes, que suelen tener este tipo de revestimientos para prolongar su vida útil antes de necesitar reparaciones, y acequias intermitentes, que se abren ex profeso en determinadas épocas del año, para drenar terrenos o regar cultivos estacionales, y que suelen ser directamente de tierra, pues no se vuelven a usar hasta el año siguiente, y se cubren en los meses intermedios.
Es una forma sostenible y cómoda de controlar los flujos de agua, y aunque tradicionalmente se ha utilizado para regar los campos o llevar agua a poblaciones alejadas de fuentes de agua, en el mundo actual se le pueden encontrar aplicaciones más profundas y significativas.
Más allá de Mendoza: la acequia como sistema circulatorio
Quizá el caso más famoso a nivel mundial de cómo una red de acequias puede dictaminar el carácter de una ciudad sea el de Mendoza, en Argentina, ejemplo paradigmático del poder de las acequias urbanas. Cuando se hace zoom sobre la vista de satélite de la ciudad, se aprecia fácilmente un fuerte delineado verde en su callejero. Y es que Mendoza es una ciudad llena de árboles cuando no debería serlo: se encuentra en una zona semidesértica con lluvias muy irregulares, que son ocasionalmente torrenciales en momentos puntuales del año, pero muy escasas el resto.
Mendoza fue una ciudad reconstruida a mediados del siglo XIX después de un terremoto. Los grandes árboles urbanos se incluyeron en el diseño deliberadamente, como una medida específica para mejorar las condiciones ambientales, tal y como cuenta Paula López en este perfil de El País sobre la ciudad argentina. El sistema de acequias posibilita la supervivencia de estos árboles, llenando las calles de vegetación.
Sin embargo, el municipio mendocino no es el único que ha visto su historia atravesada por el curso de las acequias. Tenemos un legado de acequias importantísimo mucho más cerca de lo que pensamos: las acequias milenarias de Al Andalus que todavía se conservan en nuestro suelo.
Acequias de Al-Ándalus: un ejemplo perfecto de arquitectura vernácula
Tal y como explica el arqueólogo y profesor de la UGR José María Martín Civantos, hay todo un sistema de acequias milenarias que cayó en el olvido con las prácticas de macrocultivos. Sin embargo, gracias a las excavaciones arqueológicas que están restaurando las acequias andalusíes, descubrimos que, además de llevar agua de la sierra a los cultivos, las acequias contribuyen a rellenar los acuíferos, ya que parte del agua tanto de la lluvia como del deshielo se infiltra de vuelta hacia el subsuelo, ralentizando su liberación hacia los ríos. Por este motivo, los ríos de Sierra Nevada siguen llevando agua incluso en época de sequía, cuando ya no llueve ni queda nieve en la sierra.
Quizá en este perfecto ejemplo de arquitectura vernácula se encuentre una clave para sobrevivir mejor los episodios de sequías del futuro. Se trata de una instancia más en la que el conocimiento de estructuras arquitectónicas nativas encierra posibles soluciones para el futuro, igual que ocurre con estructuras como el patio mediterráneo.
Además, el concepto de la acequia no es solo aplicable a grandes extensiones de terreno: también se puede aplicar en pequeña escala en jardines o patios privados. Además de constituir un componente arquitectónico bioclimático de gran valor, una acequia puede ser el elemento estético que vertebra todo un espacio, dotándolo de elegancia, fluidez y frescor.