¿Cómo tener un patio mediterráneo? Vemos sus elementos y características
Cuando pensamos en el patio mediterráneo, vemos el oasis, el corazón de la casa. Pero, ¿cómo es, realmente, un patio mediterráneo? ¿Y qué necesitamos para tener el nuestro?
Cauces de agua, buganvillas fragantes, paredes encaladas… Un patio mediterráneo puede tener todas esas cosas, pero también puede no tener ninguna de ellas. Vamos a ver qué elementos conforman el patio mediterráneo, y qué alternativas podemos usar si no tenemos espacio o posibilidad de plantar un olivo en el nuestro.
Lo primero es disponer de un espacio al aire libre. Pero, en su defecto, nos sirve un espacio en el que quepan todas las características que vamos a ver a continuación (las propiedades bioclimáticas del patio mediterráneo las veremos en profundidad en otro post).
Un juego de luz y sombra
Los patios mediterráneos se suelen (o solían) situar en el centro de las viviendas. Entre otras funcionalidades, esto aporta, como cabe esperar, muchísima luz. Los patios deben recibir suficiente luz, precisamente para poder aportar una de las cosas más importantes: la sombra.
Cómo conseguimos la sombra en nuestro patio es fundamental para imprimir carácter al espacio. Dependiendo de la zona donde vivamos las necesidades de protección del sol serán más o menos altas, pero el patio mediterráneo nunca desaprovecha la oportunidad de usar materiales de origen vegetal para sus sombreados.
Los techados de madera, sombrajos de cañizo, los toldos de lino o cáñamo… Priorizamos los materiales ligeros, que nos protejan de la radiación sin quitar claridad, especialmente de las zonas de reposo. Lo cual nos lleva al siguiente punto:
El patio mediterráneo es un elemento socializador: ponlo cómodo
Históricamente, las casas mediterráneas tendían a la discreción. Las civilizaciones del Mare Nostrum valoraban la intimidad de las viviendas, y desde el exterior no se vislumbraba demasiado de lo que ocurría en el interior. Eso convertía a los patios en el lugar de encuentro entre lo de fuera y lo de dentro, y entre los miembros cohabitantes.
Es imprescindible que el lugar sea acogedor y cómodo para la gente. Los asientos deben ser abundantes y amplios, el espacio debe estar despejado, y conviene también tener en cuenta dejar lugar para cosas prácticas, como mesas bajas o espacio para apoyar las bebidas.
La paleta de color; el eje fundamental
Una de las cosas que va a dar entidad al patio es la paleta de colores. Y esta deriva directamente de la elección de materiales. Las casas mediterráneas se encalan. Por lo tanto, el blanco es básico para las paredes. El techo, de haberlo, también es blanco o del color natural que tenga el material que lo constituye. Y los suelos, a ser posible, de barro.
Hay un montón de colores complementarios a los que recurrir para que no quede un espacio totalmente blanco, además de la oscuridad que aporten los muebles. Cualquiera de las tonalidades de nuestros azulejos o de nuestra colección de zellige es la opción perfecta para poner la nota de color.
Elegir la vegetación adecuada
Por último, todo patio mediterráneo que se precie tiene algo verde. A quién no le gustaría tener una florida buganvilla que trepa por un columnario hasta el dintel de la ventana, una parra verde que hace las veces de sombra, o un olivo esbelto al borde de la piscina.
Pero como no siempre es posible tener estas condiciones ideales, nuestra recomendación es no obsesionarse con las “típicas” plantas que asociamos a estos espacios, y tener muy en cuenta dónde estamos, y elegir especies autóctonas, que vayan a resistir bien las condiciones climatológicas en las que van a vivir.
Al final lo importante es construir un espacio que esté vivo, que sea agradable y diáfano e invite a la luz, al esparcimiento y a la relajación. Es decir, en el que habite el espíritu mediterráneo.