El ladrillo de barro en la arquitectura contemporánea
El ladrillo de barro cocido es uno de los materiales de construcción más antiguos del mundo y a día de hoy sigue siendo muy apreciado en el sector, especialmente desde el punto de vista de la sostenibilidad.
El incremento en el número de viviendas es una de los principales retos de la arquitectura sostenible en este siglo. De acuerdo con el informe “World Urbanization Prospects” elaborado por Naciones Unidas, para el año 2050 el 66% de la población mundial vivirá en las ciudades. Esto supone un reto para arquitectos y urbanistas, que tendrán que plantear la seguridad, estabilidad y resistencia de las edificaciones sin perder de vista la sostenibilidad y la eficiencia energética. Aunque las condiciones de vida han cambiado a lo largo de las décadas (y de hecho cambian mientras lees; pues nos estamos adaptando a una nueva normalidad impuesta por una pandemia catastrófica desde todos los ámbitos sociales) algunos materiales se mantienen igual que siempre. Es el caso del ladrillo de barro cocido, un material que con más de 11.000 años de historia sigue jugando un papel importante en la arquitectura contemporánea y en el diseño.
El romance con la cerámica sobrevivirá tanto en su faceta más arcaica y esencial como en los nuevos usos de ese material eterno, que transmutan lo modesto en lujoso y lo artesanal en sofisticado, reinventado el ladrillo para el siglo XXI– Luis Fernández-Galiano, arquitecto y director de la revista AV/Arquitectura Viva
El ladrillo de barro como material sostenible
Para que un material de construcción sea considerado sostenible debe tener un origen natural, una extracción respetuosa con el medio y contar con los mínimos tratamientos industriales para conseguir, en lo posible, la reducción de la huella ambiental. Teniendo en cuenta estos parámetros, el ladrillo de barro cocido -especialmente aquel que, como los nuestros, se elabora de manera artesanal- es un material sostenible.
Su utilización en el sector de la construcción se remonta a la antigüedad. El barro cocido fue introducido en la Península Ibérica por los griegos en el siglo VII a.C. Aunque desde entonces han habido innumerables avances tecnológicos, formatos o fórmulas para su fabricación, en esencia sigue siendo el mismo material que por aquel entonces. En todobarro optamos por fabricarlo de la misma manera.
En nuestras fábricas, los maestros artesanos moldean a mano cada pieza y la dejan secar al aire libre. Después se cuece a altas temperaturas en horno árabe tradicional de fuego, alimentado con biocombustible. El tratamiento, desde el inicio hasta el final -incluyendo su reparto en palés de madera retornables-, es totalmente natural.
Gracias ello, el ladrillo de barro cocido conserva intactas propiedades de la tierra como el aislamiento, la baja radioactividad o la inercia térmica. Además, transpira de forma natural y contribuye a mantener la humedad óptima en espacios interiores. Por otra parte, este material cuenta con una gran ventaja: es 100% reciclable, por lo que los residuos que se generan durante su elaboración pueden incorporarse de nuevo al circuito de fabricación.
El problema desde el punto de vista medioambiental reside en que no todos los ladrillos se pueden considerar ecológicos. Con el tiempo, la industria, especializada en la fabricación en serie (y su inevitable emisión de CO2), ha añadido sustancias potencialmente tóxicas a la arcilla original para otorgarle propiedades como una mayor ligereza. Estas prácticas son lícitas, pero muy contaminantes y perjudiciales para los operarios. En estos casos, a pesar de que el origen del ladrillo sea natural, su tratamiento se aleja de toda práctica sostenible.
El fuego y la geometría humanizan el barro.– Luis Fernández-Galiano, arquitecto y director de la revista AV/Arquitectura Viva.
El ladrillo en la arquitectura contemporánea
La cerámica ha perdurado como elemento esencial en la construcción durante todo el siglo XX. En este periodo, el ladrillo ha abandonado poco a poco sus funciones como muro de carga para adoptar las de cerramiento primero y las de revestimiento y acabado después. No son pocos los arquitectos que investigan con las posibilidades estéticas y funcionales de este material. Además, envejece de manera bella y, con el tiempo, los edificios con ladrillo de barro en sus fachadas adquieren una cariz atemporal que facilita su integración en cualquier paisaje natural o urbano.
Mostramos a continuación algunos ejemplos:
Museo Yves Saint Laurent
En octubre de 2017 abrió sus puertas el museo Yves Saint Laurent Marrakech (mYSLm), dedicado al célebre modisto y a su obra. Ubicado cerca del mítico Jardín Majorelle, la villa que el propio Yves Saint Laurent adquirió en 1980 junto a Pierre Bergé, el edificio es un prisma rectangular de terracota con el ladrillo como protagonista absoluto diseñado por el estudio parisino KO.
Viviendas del Banco Urquijo en Barcelona
José Antonio Coderch de Sentmenat es una de las figuras más importantes de la arquitectura de posguerra española. Sus proyectos siempre se han centrado en “el acto de habitar” y defiende con ellos “una vuelta a la modernidad de la arquitectura popular mediterránea”. Los seis bloques de viviendas con ladrillo visto en sus fachadas ocupan una parcela de 100 metros de largo, 67 metros de ancho y ángulos en chaflán, dando vida a toda una manzana en San Gervasi.
Sant Just Park
Llevado a cabo por Carlos Ferrater, este conjunto residencial de principios de los 70 se levanta sobre una finca ajardinada con fuerte pendiente en los alrededores de Barcelona. Está construido con ladrillo manual, madera de melis y chimeneas de hierro negro. La nobleza de los materiales y su integración en el espacio natural contribuyen a que la edificación sea una prolongación del jardín.
La identidad del ladrillo de barro perdura en el tiempo no solo como módulo constructivo, sino como elemento estético sobre el que la luz, las sombras y la vegetación proporcionan texturas y profundidad a la Arquitectura. Ya lo dijo Louis Kahn, el famoso arquitecto: “Incluso un ladrillo quiere ser algo”.